Dependencias emocionales y relaciones traumáticas: la regla del “contacto 0”

Hola. En este post vamos a hablar sobre una posible solución ante las llamadas “relaciones tóxicas”, aunque yo personalmente prefiero hablar de relaciones muy difíciles o altamente complejas. Y digo complejas porque las relaciones, en sí mismas, no son ni buenísimas, ni malísimas o  tóxicas, sino que somos las personas las que tenemos más o menos dificultad para conducirnos en el devenir de las relaciones, dependiendo de muchos factores, entre los que podríamos mencionar, por ejemplo, nuestra psicobiografía, las relaciones en nuestra familia de origen, nuestra experiencia previa con exparejas, nuestros miedos, nuestras dependencias o necesidades (afectiva, económica…), todo lo cual influye de una u otra forma en cómo resolvemos una relación en la que pesa más el sufrimiento que el bienestar, el conflicto frente a la armonía, el dolor frente al sosiego…

Es evidente que hay personas inmersas en relaciones tremendamente complicadas o incluso “imposibles”, en las que el maltrato en cualquiera de sus formas es la tónica habitual en la relación. Este sería el caso más evidente, pero no el único. Aquí también tienen cabida las relaciones que se sustentan sobre una dependencia extrema, apareciendo así un desequilibrio no siempre fácil de resolver y que conduce al sufrimiento y al dolor de una manera constante.

En cualquiera de los casos anteriores puede que la “regla del contacto 0” sea la única solución al problema. ¿Qué es el contacto 0? El propio término lo describe, consiste en la evitación de cualquier tipo de contacto con la otra persona implicada en la relación. Es decir, se trataría de poner un límite para no establecer ningún tipo de contacto o comunicación, esto es, no hacer ni contestar llamadas, mensajes de WhatsApp, no buscar o indagar a través de redes sociales, pedir en el círculo social cercano que no  te hablen de esa persona o incluso no frecuentar determinados lugares en común… Esta estrategia se utiliza así para “desengancharse” de la otra persona,  para cortar el vínculo afectivo con una persona cuyo contacto es sinónimo de dolor, sufrimiento o agonía.

Llegado a este punto creo que si se decide optar por el contacto 0 hay una cuestión importante que tiene que ver con el cómo. Y es que me parece recomendable explicar a la otra persona que en la relación hay daño, y que para evitarlo se ha decidido que en adelante no va a haber ningún tipo de contacto o comunicación con el otro o con la otra. Así, la otra persona estará en mejor disposición para entender lo que suceda en lo sucesivo y para ajustarse a una nueva etapa.  

¿Qué suele pasar después de aplicar el contacto 0? Lo normal es que  suceda algo similar a lo que aparece en cualquier tipo de dependencia. Yo describiría 3 fases principales:

  • Una primera etapa en el que aparece la calma, la seguridad y la tranquilidad, ya que se ha decidido tomar distancia o alejarse de alguien que provoca dolor.
  • Una segunda etapa de abstinencia, en la que puede aparecer la duda o incluso el deseo de retomar el contacto con esa persona. Esto es normal porque de alguna manera existe un vínculo afectivo, que es, entre otras cosas, una necesidad en nuestra especie (necesitamos sentirnos confirmados, tener un yo, una identidad personal, un sentido de pertenencia, etc.). Hay otras cuestiones como los recuerdos del pasado, las relaciones con terceros… que pueden activar nuevamente el impulso por recuperar una relación que se desea terminar.
  • Y una última etapa en la que tras haber transitado por el dolor y por la reflexión, o bien se llega al convencimiento de que definitivamente hay que cortar la relación, o por el contrario se decide dar una “segunda oportunidad”. En tal caso habrá que sopesar y no minimizar ni negar las consecuencias de tal relación…