Hacia la búsqueda del bienestar psicológico o de la estabilidad emocional

Hace algún tiempo leí sobre sobre lo que se había dado a llamar la “Regla de las 3 r”. No recuerdo la fuente ni la autoría de esta regla, pero el caso es que lo que propone me pareció más que adecuado. De hecho, lo trabajo frecuentemente con mis pacientes porque en mi práctica clínica habitual veo cómo el sufrimiento de la gente tiene que ver frecuentemente con una falla en alguno de los tres principios que propone. Estos principios son tres, a saber: RESPETO, RESPONSABILIDADRECIPROCIDAD.

Empecemos por el primero. Como podemos imaginar, el respeto tiene que ver con la capacidad de la persona para respetar al otro pero también con la capacidad de ser respetuoso/a con uno mismo/a. Por ejemplo, si insulto a un compañero, si desprecio a mi pareja, a mi hijo, si agredo verbalmente a mi padre, a mi madre o a quien sea… ¿estoy siendo respetuoso? De mi comportamiento o de mi actitud se derivará inevitablemente una reacción en el otro, y por ende, una respuesta sobre mí (como si fuese un boomerang, es lo que llamamos circularidad en las relaciones interpersonales). Es más que probable que no tarde en aparecer el sufrimiento. Y por otro lado, ¿qué sucede o cómo me sentiría si mi jefe me descalifica constantemente en mi trabajo? Otro caso, ¿podría mantener por ejemplo una relación con una persona con la que en lo más profundo de mí sé que no quiero o no puedo estar? En cualquiera de las dos situaciones, ¿estaría siendo respetuoso/a con lo que siento? Ante tales circunstancias también es esperable la aparición de dificultades, y consecuentemente, de malestar en alguna de sus expresiones sintomáticas (ansiedad, angustia, tristeza, aislamiento, descontrol de impulsos, etc.). Me parece que “sentirse en equilibrio con el respeto” es básico para poder vivir en armonía…

¿Qué hay de la responsabilidad? Esto tiene que ver sencillamente con “hacer lo que se debe hacer” y “no hacer lo que no se debe hacer”. Si salgo de fiesta y consumo alcohol sabiendo que tengo que conducir después, mal irán las cosas si tengo la desgracia de sufrir un accidente. En este sentido conozco gente que ha visto su vida completamente truncada como consecuencia de haber hecho algo inadecuado al momento. Los problemas derivados del consumo de drogas, por ejemplo, también tienen que ver con la ruptura de este principio.

Finalmente, la reciprocidad (del latín reciprocus, que significa “igual uno que para el otro”) tiene que ver sobre todo con lo relacional, con la reciprocidad (valga la redundancia) en las relaciones interpersonales, o dicho de otra forma, con la igualdad en los intercambios con el otro/a. Pongamos también un ejemplo para entender mejor a lo que me refiero. Imaginemos que uno está siempre disponible para atender a un amigo, a un hermano o una pareja o a un compañero cuando esa persona lo solicita porque lo está pasando mal. ¿Qué sucedería si ahora, por los vaivenes de la vida, soy yo el que solicita del otro y esa persona no está disponible para escucharme? Si esta dinámica se repite en el tiempo lo esperable es que esta relación termine por tensarse hasta el punto de exponerse incluso a la ruptura. Se ve quizás más claro en las relaciones en las que existe una dinámica maltratante, relaciones en las que una de las partes manda, ordena y dispone, perpetuando una complementariedad rígida que a la larga conlleva infelicidad e insatisfacción en la relación. En tal caso, a veces la ruptura es ya la única salida al problema.

Estos tres principios tienen que ver con la coherencia interna y con el equilibrio entre pensamiento, emoción y conducta…