Tengo depresión y estoy en crisis, ¿qué puedo hacer?

Hola. Hoy quiero hablarte sobre qué hacer o cómo actuar si te encuentras en un momento de crisis en el que sientes que “ya nada tiene sentido”, que “lo has intentado todo” y que “nada tiene solución”. No soy muy dado, ni a los consejos rápidos, ni a las pautas “universales”, porque entiendo que cada persona es única y singular, con sus circunstancias y con sus determinantes. Sin embargo, al ser el suicidio una situación especialmente dramática y desafortunadamente cada vez más frecuente (primera causa de muerte no natural en jóvenes de entre 15 y 29 años en la actualidad), en este caso sí creo necesario y conveniente plantear una serie de consejos que son compartidos entre los profesionales y que en este caso sí que pueden ser de ayuda para quien se encuentra en una situación límite. Así, los consejos y pautas que aparecen a continuación están orientados hacia la búsqueda de ayuda para aquellas personas que padecen depresión grave o angustia intensa y que tienen ideas relacionadas con la posibilidad de hacerse daño, aunque la ideación suicida puede ser también la expresión sintomática de otros trastornos psicopatológicos, a saber: trastornos de ansiedad graves, crisis en determinados trastornos de la personalidad, etc.

Entonces, si te encuentras en esta situación, ten en cuenta lo siguiente:

  • Los pensamientos suicidas pueden aparecer en respuesta a situaciones que no siempre son irresolubles, aunque lo parezcan. Si lo analizas con calma, probablemente comprobarás que aunque ahora mismo te estés sintiendo muy mal, no siempre te has sentido así. Es decir, imagino que habrás tenido momentos en los que a pesar de tu malestar has podido llevar hacia delante una vida normalizada, en la que has mantenido tus relaciones sociales habituales, tal vez hayas disfrutado de tus hobbies o incluso puede que hayas mantenido tu actividad laboral habitual. El problema es que cuando se está en crisis es habitual que todo se vea “de color negro” que parezca que “nada tiene solución (desesperanza)” y que uno no puede manejar la situación. Pero créeme, con ayuda muchas personas encuentran apoyos y alternativas que le sirven para revertir esta situación y recobrar el control y la estabilidad en sus vidas. Esto es una realidad.
  • No estás solo/a. Siempre hay alguien que estará dispuesto a escucharte, a compartir tu sufrimiento y a ofrecerte la ayuda que necesites. Piénsalo bien. Puede estar ahí algún amigo o amiga, algún familiar… y en último caso, si no lo sientes así, estaremos los profesionales en centros sanitarios especializados y en los dispositivos de Urgencias de los hospitales. Comparte tu sufrimiento. Ten en cuenta que compartir tu malestar ayuda a mitigar el dolor, y si lo haces, es posible que tu angustia sea menos intensa y que además recibas la ayuda que tal vez tú no esperas. ¡Confía en ti y confía en las personas de tu entorno!
  • Piensa en los motivos o en las razones que te han ayudado a superar momentos difíciles. No sé, tal vez tus hijos si los tienes, tu familia, tus aficiones con las que puede que tanto hayas disfrutado, tus proyectos personales, tu esfuerzo personal… Piensa que actuar de forma impulsiva no suele ser beneficioso y que además puede tener consecuencias desafortunadas para ti o para los tuyos. Como te decía antes, puede que no estés siendo capaz de ver alternativas a la situación que estás afrontando…
  • Evita estar solo/a. Intenta hablar o relacionarte con otras personas.
  • Aléjate de todo aquello que pueda ponerte en peligro. Evita también el consumo de alcohol o drogas.
  • Si te encuentras mal, puede que no sea el mejor momento de valorar tus éxitos, ni de tomar grandes decisiones. Mantente ocupado/a y realiza actividades sencillas y a la vez placenteras o mínimante gratificantes para ti (pasear, salir a correr o hacer deporte, ir al cine, salir a tomar un café, etc.).
  • Si aun así persiste el malestar o la angustia y no eres capaz de sobreponerte, solicita cita urgente para hablar con tu médico de cabecera. Si estás en tratamiento psicológico o psiquiátrico, contacta con tu terapeuta para valorar posibilidad de atención urgente. Y si te encuentras así por la noche o si es fin de semana, acude al Servicio de Urgencias del centro sanitario más cercano a donde te encuentres, estaremos ahí para ayudarte. Si no te es posible, llama al 112, con seguridad encontrarás a profesionales sanitarios que sabrán cómo ayudarte.

Finalmente, te indico aquí otros recursos y teléfonos de ayuda de los que puedes hacer uso si lo necesitas:

  • Salud responde (Servicio Andaluz de Salud): 902 50 50 60.
  • Teléfono de la esperanza: servicio de atención telefónica que funciona 24 horas en el que podrán ayudarte u orientarte en la gestión de una crisis (consulta los teléfonos según tu lugar de residencia en https://telefonodelaesperanza.org).
Fuente: Guía para la detección y prevención de la conducta suicida de la Comunidad de Madrid.

Sobre cómo afrontar la situación por Covid-19: “optimismo y pesimismo patológicos”

En la actualidad queda claro que todos nos hemos visto obligados a afrontar una situación difícil. Difícil por varios motivos, pero sobre todo por las graves consecuencias que pueden derivarse y que tristemente ya se ha producido tras la infección por covid-19. Yo destacaría fundamentalmente dos cuestiones que subyacen a la angustia y al malestar psicológico que está afectando a la población  general:

– Por un lado, la impredictibilidad de la situación, esto es, la incertidumbre respecto a quién puede infectarse, en qué situación, cómo nos puede afectar y cómo podemos afectar a su vez a los demás, de lo que se derivan además otras emociones desagradables (desasosiego, culpa, etc.). A este respecto cabe señalar que la incertidumbre es un factor habitual en la génesis de la angustia.

– Y por otro lado, está la morbilidad asociada a la enfermedad, es decir, la posibilidad de enfermar incluso hasta poder causar la muerte.

Así pues, sin lugar a dudas estamos ante una situación ansiógena que por sus características y por su persistencia en el tiempo hace que estemos aprendiendo a convivir con una situación en esencia traumática. Ahora bien, ¿qué podemos hacer para vivir mejor en esta situación pandémica? En las líneas que siguen no voy a mostrar al lector nada nuevo, probablemente “nada que no sea sabido ya” y por tanto “no vamos a descubrir la pólvora”, pero no por ello conviene perder detalle al respecto. Veamos.

Existen básicamente tres formas de afrontar la realidad actual que vivimos, todas, desde mi punto de vista, comprensibles. Así, hay personas que por múltiples circunstancias personales afrontan la situación desde lo que podríamos llamar “optimismo patológico” (que es distinto al “optimismo inteligente”. En una situación como la actual el optimismo se ha convertido en un mecanismo de defensa, yo diría que también de supervivencia. Es decir, si fuésemos extremadamente realistas probablemente permaneceríamos en una situación de aislamiento, de disminución del contacto social y de inactividad que en no pocos casos terminaría por generar un trastorno emocional. Dicho con otras palabras, ser optimista puede ser un mecanismo de supervivencia; pero ese optimismo, como dicen algunas personas, “no puede llevarnos a buscar la enfermedad”, es decir, a infravalorar los riesgos y a actuar como si el virus del covid no existiese. Eso supondría una sensación de invulnerabilidad, algo parecido a una “ilusión de control” (que por cierto se da en conductas como el juego patológico) que nos llevaría a sobre-exponernos al virus y a aumentar de forma desmedida el riesgo de contagio. Y si desgraciadamente la consecuencia es de gravedad, el sufrimiento estaría garantizado. Como ejemplo, un hombre que habiendo estado sintomático y con fiebre decide no aplazar unos pocos días el café que toma de forma semanal con sus amigos, todos mayores y algunos con patología orgánica de base…

En segundo lugar, frente al “optimismo patológico” estaría su homólogo opuesto, el “pesimismo extremo”. Hace poco tuve que atender a un paciente que hasta tal punto fue “prudente” que por miedo al contagio estuvo tres meses sin visitar a su propia madre, que vivía en su misma localidad. Desafortunadamente su madre sufrió un infarto y este hombre no pudo despedirse como él hubiese deseado. Ahora está en plena elaboración de un duelo algo más complicado de lo habitual. Además, vive este momento con intensa angustia y tristeza, pues, entre otras cosas, ha abandonado una de sus principales fuentes de bienestar, sus ratos de pádel con sus amigos.

Por último, habría un camino intermedio que tendría que ver con el “optimismo inteligente” que mencionábamos más arriba. Sépase de antemano que no existe una pauta ni una forma de actuación inequívoca ni que sea igual de adecuada para todos (en tal caso no estaríamos hablando de ello). A groso modo, se trataría de hacer vida “con normalidad”, esto es, utilizando las medidas de prevención por todos conocidas pero ajustando nuestra conducta a nuestra situación personal y a las circunstancias (p.e. evitar el contacto con quien sabemos que ha sido contacto estrecho, salir a pasear y realizar ejercicio físico al aire libre, mantener el contacto social preferiblemente en espacios abiertos, etc.). No es fácil, lo sé, lo sabemos, pero el sentido común, aunque a veces es el menos común de los sentidos, puede ser garante de nuestra conducta y de nuestro bienestar en una situación que de por sí genera sufrimiento. Pensémoslo…

¿Cuándo acudir a terapia?

Como se suele decir, todos tenemos una «maleta», o una «mochila» a nuestras espaldas para hacer referencia a que todos y cada uno de nosotros tiene sus propias luchas internas. Cuando estas desencadenan síntomas, adicciones o ciertos trastornos mentales y cuando el nivel de sufrimiento o angustia se hace insoportable, entonces uno se plantea la posibilidad de acudir a un especialista para recibir tratamiento psicológico o psicoterapia, tal vez con menos dudas y resistencias. Ahora bien, ¿esperaríamos acaso a desarrollar una enfermedad física grave para acudir a una consulta médica? Creo que conviene hacer la misma reflexión respecto a esa «mochila» con la que caminamos. Y para muestra, lo que muy bien ha explicado el cantante Dani Martín, que desde mi punto de vista lo hace de forma clarividente…

Padres y grupos de WhasApp en los coles…

No deja de sorprenderme el uso que los padres hacen de WhatsApp para «ayudar» a sus hijos a resolver sus problemas escolares (suyos, no de los padres). «Mi hijo trae o no trae apuntada tal cosa», o dice que hay que hacer una actividad de no sé qué materia académica… Aunque WhatsApp tiene sus ventajas (y muchas), desde mi punto de vista también tiene sus inconvenientes (y muchos), entre otros, que con esta forma de funcionar no fomentamos la autonomía ni la capacidad para asumir responsabilidades que poco a poco deben ir asumiendo los niños. Para explicar mejor el tema al que me refiero, te animo a leer el siguiente artículo publicado por Eva Millet en la revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. No tiene desperdicio, merece mucho la pena…

Hiperpaternidad en nuestros días. Pincha aquí.

Sobre el uso de WhatsApp: «una barrera para la comunicación»

¿Cuántas veces has leído un mensaje de WhatsApp y has “malinterpretado” el contenido? ¿A quién no le ha sucedido esto alguna vez? Es hablando con el otro, cara a cara, y a veces malinterpretamos las palabras, cuanto más cuando “hablamos” a través de WhatsApp… He aquí un ejemplo del fenómeno al que me refiere: decir “¡qué listo eres!” puede interpretarse obviamente como “qué inteligente eres”, pero si lo piensas bien, también podría interpretarse como “qué estúpido eres”. ¿De qué depende entonces? Pues básicamente de cómo se relacionan los implicados, del contexto en el que se produce la relación…

Verás, lo anterior tiene una explicación sencilla que tiene que ver con axiomas o principios de la comunicación humana. En esencia, los mensajes que transmitimos tienen básicamente dos componentes: el primero, el digital, hace referencia a lo que decimos, al contenido en sí mismo, mientras que el segundo, el analógico, hace referencia a los signos que utilizamos para decir lo que decimos, a los gestos, a las expresiones faciales… es decir, a los comportamientos que acompañan a lo que decimos. El mensaje necesita de la lógica para poder tener un sentido, y si no hay lógica, el mensaje es cuanto menos ambiguo. Por eso, seguro que habrás tenido la ocasión de saber, por ejemplo, que un familiar o un allegado está triste aunque verbalmente te ha dicho que “está bien”, o que “va todo bien”, y lo sabes porque su expresión te hace pensar en lo contrario…

Pues bien, volviendo a la pregunta con la que empezamos esta reflexión, lo que sucede con los mensajes de WhatsApp es precisamente eso, que corremos el riesgo de no poder comunicarnos adecuadamente por adolecer el propio medio de falta de lógica, de emociones, de sentimientos…

Sin extendernos mucho más, ¿qué implicaciones tiene esto? Si me lo permites, me atrevo a sugerir un consejo: utiliza el WhatsApp para comunicar cuestiones con poco contenido emocional (por ejemplo, “he comprado el pan”, “te recojo en el trabajo”, “cógete un chaquetón, hace frío”, etc.), pero no utilices WhastApp para resolver un problema con tu amigo/a, con tu compañero/a de trabajo, con tu pareja o con tu hijo o hija. Tendrás muchas probabilidades de equivocarte…

Juegos paralímpicos: resiliencia y superación de adversidades

Últimamente seguro que habrás oído hablar de nombres como Teresa Perales, Michelle Alonso, Gerard Descarrega, Susana Rodríguez, Adi Iglesias, Álvaro Valera, Jairo Ruiz, y así, un largo etcétera de deportistas que han participado en los recientes Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. Todos, sin excepción, son a buen seguro un claro ejemplo de superación, independientemente de los resultados, y sus actuaciones son además un motivo de orgullo y de satisfacción tanto para los propios deportistas como para quienes vemos en ellos el fiel reflejo del esfuerzo, de la valentía, del coraje y de la superación a pesar de entrenar y competir con dificultades que tienen que ver con la merma en sus condiciones físicas, psíquicas o sensoriales. Sencillamente, increíble. Felicidades a todos ellos.

Entre otras cosas, ¿qué nos enseñan estos deportistas? Desde mi punto de vista nos transmiten la importancia de considerar una habilidad que es clave para superar las adversidades que nos depara la vida, y que es la resiliencia. La resiliencia no es otra cosa que la capacidad que tiene las personas para adaptarse y superar así situaciones adversas o incluso traumáticas. Y es, en parte, la explicación de por qué algunos niños o adultos, aun viviendo circunstancias difíciles (p.e. maltrato, un accidente con secuelas físicas graves, un defecto congénito, una crisis económica, etc.) se sobreponen a tales situaciones para alcanzar el logro de resultados positivos o deseados mientras que otras, aun teniendo que afrontar situaciones menos adversas, permanecen atrapadas en el dolor.

Evidentemente la vida puede ser (y de hecho lo es) complicada para muchas, muchas personas. Si me permites la expresión, aunque suene discordante o inadecuado, a veces puede ser una “mierda”. Pero la Psicología positiva, que no es una solución milagrosa, nos enseña entre otras cosas que el afrontamiento de la adversidad requiere de la persona la capacidad para dar un paso más hacia la superación y hacia la búsqueda de nuevos objetivos vitales. Aunque no hay fórmulas mágicas ni pautas inequívocas para ello, la resiliencia aquí juega un papel clave.

La adversidad así entendida requiere en primer lugar de la superación de un proceso de duelo (con todo el elenco de emociones que entraña este complejo proceso, esto es, incredulidad, negación, tristeza, angustia, tal vez culpa, desesperanza…) que, aunque no siempre, puede ser tanto más difícil cuanto más grave o traumático sea el infortunio de que se trate. Y no es menos cierto que en este proceso no todas las personas pueden avanzar ni al mismo ritmo ni de la misma manera (aquí influye también la subjetividad como componente inherente al sufrimiento humano), lo que va a depender de la capacidad resiliente de cada uno, esto es, de la habilidad para aprovecharse de los recursos y de las herramientas con las que uno cuenta, amén de otros factores como la experiencia de vida previa… Entonces, y continuando con lo anterior, ¿por qué algunas personas superan mejor las crisis o las adversidades que otras? Aunque hay muchos factores que generan resiliencia, algunas investigaciones definen esta habilidad como un proceso que implica, por un lado, la capacidad para la aceptación del dolor; y por otro, la capacidad para identificar activos en salud capaces de “amortiguar” los efectos del estrés y para enfocarse decididamente en ello como paso previo a la superación de los efectos derivados del trauma. En otras palabras, son personas que habitualmente mantienen una visión positiva de sí mismas para acometer después planes de acción realistas, abordables y que generen un reto. Con mayor probabilidad se trata de personas que desarrollan una actitud de aceptación, tolerante con la angustia y con el dolor, y que se permiten vivirlo como lo que es; son personas que se enfocan en la regulación de las emociones y no tanto en el cambio de los hechos (que son los que son); además, albergan una visión de vida en la que cabe contemplar las crisis como oportunidades para el cambio y no como barreras insalvables. Aprovechan estas situaciones para establecer nuevos objetivos, apoyándose para ello, por ejemplo, en relaciones personales satisfactorias, en la realización de ejercicio físico y en otras actividades de autocuidados…

Sobre la noción de “tratamiento psicológico”

Empecemos por el principio. Si tienes dudas sobre qué es “psicoterapia” o en qué consiste “ponerse en tratamiento psicológico”, es decir, sobre cómo puedo ayudarte en mi consulta, pincha en el siguiente enlace. Si aun así tienes dudas, estaré a tu disposición para resolverlas y para ayudarte si ésta es tu decisión:

Te dejo aquí un cortometraje que considero puede ser también de tu interés:

Por último, el denominador común de muchos problemas psicológicos:

Reflexiones de interés sobre dificultades que vengo observando en mi experiencia clínica habitual

Aunque la gente habitualmente me suele preguntar por libros de autoayuda u otros que puedan ayudarle a resolver su malestar, he de reconocer que no suelo recomendar mucha “biblioterapia”. Sin embargo, hay un psicólogo español llamado Joan Garriga (director del Instituto Gestalt de Barcelona) cuya literatura tengo en especial consideración y recomiendo muy especialmente porque en mi experiencia refleja muy bien las dificultades y los conflictos que habitualmente vive la gente y que o bien generan síntomas o en el mejor de los casos comportan un nivel de sufrimiento variable y más o menos persistente. Así pues, me atrevo a compartir contigo algunas citas del autor que espero te sean de ayuda para reflexionar sobre aquello que te sucede, y a ser posible, te ayuden a encontrar respuesta a tu malestar, a saber:

  • “Hay una razón poderosa que puede empujarnos a iniciar la tarea de restaurar el amor hacia nuestros padres: sólo logramos amarnos a nosotros mismos cuando los amamos y honramos a ellos. En lo más profundo de cada uno de nosotros, por muy graves que sean las heridas, los hijos seguimos siendo leales a nuestros padres e inevitablemente los tomamos como modelos y los interiorizamos. De algún modo conectamos con una fuerza que nos hace ser como ellos. Por eso, cuando somos capaces de amarlos, honrarlos, dignificarlos y respetarlos, podemos hacer lo mismo con nosotros y así ser libres”. Joan Garriga, del libro “¿Dónde están las monedas?”
  • “Una pareja se logra cuando toma su fuerza y su prioridad frente a sus hijos, preservándolos de las discusiones y desencuentros por ejemplo, cuando está bien anclada en el reconocimiento de las familias originales y cuando pueden desprenderse de ésta y entender que la nueva familia creada es por fin más importante que las parejas anteriores o que la familia de origen”. Joan Garriga, del libro “El buen amor en la pareja”.
  • “Cuando dos personas forman una pareja unen dos tribus, dos líneas ancestrales, dos familias originales con sus códigos, reglas, costumbres y creencias. Es muy frecuente que cuando dos personas entran a disputar en la pareja sus posiciones vienen de sus lealtades con sus familias originales o de su creencia, quizá no confesada, de que su familia es mejor que la de su pareja. Lo cual es un atentado grave para la pareja puesto que la pareja se funda en la igualdad, e igualdad significa que aun diferentes no hay mejores ni peores”. Joan Garriga, “El buen amor en la pareja”.
  • “No hay mayor didáctica para los hijos que la del ejemplo, esto es, la forma en que los padres acogen y transitan por sus propias alegrías y penas y logran mantenerse en sintonía con su alma, ahuyentando tanto vanidades insulsas como vanas depresiones. Ciertamente los padres cuentan, y mucho, como modelos para sus hijos. Por eso es tan importante que traten de ser sólidos y felices”. Joan Garriga, del libro “La llave de la buena vida”.
  • “Una pareja mantiene su sentido mientras sigue siendo nutritiva, creativa, y un campo abonado para acoger los movimientos del alma profunda de sus miembros, pero deja de tenerlo cuando no es así. En ese caso, hay que afrontar, tarde o temprano, la ruptura. El valor y el arte para la ruptura son tan cruciales como el coraje y el arte para la unión. Hay que rendirse, soltar lastre, desapegarse, aceptar. Aquí rendirse significa dejarse llevar en brazos de una voluntad más grande que la propia, de un destino mayor, para que el dolor sea posible y nos dirija en otra dirección. Rendirse es el acto más humano de todos, porque nos enseña los límites, aquello que se nos posibilita y aquello que se nos niega; aquello que no es posible a pesar del amor y aquello que es posible más allá del amor. Joan Garriga, del libro “El buen amor en la pareja”.
  • “Muchas vidas se amargan por no seguir el ritmo del tambor que suena en su interior (en el ámbito que sea: afectivo, profesional, social, espiritual, etc.), se malogran por no seguir la verdad de los propios movimientos interiores, por no arriesgar, por querer permanecer a salvo en la orilla de la aparente seguridad, por temor a la crítica, al desamparo, a la pobreza, a la soledad, a cualquiera de los cuatro temibles jinetes que se proyectan en el futuro. Sin embargo, no he conocido a nadie que, habiendo seguido los verdaderos latidos de su tambor interior tras reconocerlos con claridad (y a veces integrando voces contrapuestas), se sienta realmente perdido”. Joan Garriga, del libro “La llave de la buena vida”.

Hasta aquí algunas de las citas que Joan Garriga comparte en sus posts y que puedes leer y consultar en su página de facebook. Finalmente y para cerrar este espacio te dejo aquí una reflexión que en sí misma puede resultar tan dolorosa (si es el caso) como sanadora, y que sin duda alguna puede ayudar a cambiar a quien entiende la profundidad y el significado de lo que aquí se explicita. Así, para bien o para mal…

“Lo que nos hicieron,
lo hacemos,
nos lo hacemos,
y nos lo hacen”

La clave reside en prestar atención a lo que hacemos, a lo que sentimos (sin negarlo) y a como nos comportamos. Así estaremos en mejor disposición de aceptar a los demás y de aceptarnos a nosotros mismos, de perdonar y perdonarnos y de poder continuar nuestro camino…